El hecho de que un ave desarrolle o no una enfermedad dependerá de su condición fisiológica, su nivel de inmunidad, la cantidad de patógenos invasores y la virulencia de los mismos. Si bien el sistema inmune de las aves comparte algunas similitudes con los de otras especies, existen a su vez, muchas diferencias respecto a los genes, moléculas, células y órganos que lo componen.
Los principios básicos para la prevención y el control de las enfermedades infecciosas se basan en medidas de higiene y bioseguridad y en programas adecuados de vacunación que garanticen la sanidad animal. Estos componen, junto con el mejoramiento genético, los fundamentos para un continuo y robusto progreso de la industria avícola.
Por lo tanto, es importante destacar algunas de las características particulares del sistema inmune aviar para poder comprender los mecanismos involucrados en la defensa contra agentes infecciosos.
Las aves presentan tres órganos linfoides importantes o primarios: la médula ósea, el timo y la bolsa de Fabricio. También se encuentran los órganos linfoides secundarios entre los que destacan; el bazo, la glándula de Harder, el tejido linfoide asociado al bronquio, y el tejido linfoide asociado a intestino. Las aves a diferencia de los mamíferos no presentan ganglios linfáticos.